Describen un panorama impactante, acusando a la dirección de realizar saludos nazis, ostentar tatuajes de esvásticas, exhibir señales de pandillas de supremacía blanca y utilizar lenguaje racista.
Zamarron relata: «Expulsaron a los gerentes latinos y los reemplazaron con un grupo de caucásicos, muchos de los cuales tenían tatuajes de esvásticas y exhibían abiertamente símbolos nazis».
El abogado Camron Dowlatshahi, quien representa a los empleados, expresa su incredulidad: «Es atroz que, en 2024, aún estemos lidiando con simpatizantes nazis».
Según Dowlatshahi, el centro, anteriormente dirigido por gerentes hispanos, fue rápidamente invadido por individuos que promovían ideologías nacionalistas blancas. Alega que estos nuevos empleados estaban asociados con una pandilla carcelaria blanca y fueron contratados por gerentes simpatizantes de su causa. Los demandantes afirman que esto resultó en una discriminación desenfrenada contra los empleados no blancos.